Los sobrinos del César no sólo deberían ser decentes, sino parecerlo.
Qué ridícula es esta España que nos ha tocado vivir.
En un país decente, por vergüenza torera, ya habría dimitido el Cardenal de su cargo de presidente de la Conferencia Episcopal.
Claro, que en un país como éste, sin vergüenza torera, pero con toros, también en su momento habría dimitido Felipe González, cuando se descubrieron los múltiples casos de corrupción de su Gobierno, y, actualmente, Bermejo, el ministro de Justicia, que se ha gastado más de cuarenta millones de pesetas en redecorar su ya lujoso apartamento oficial con cargo a los presupuestos del Estado.
Marcaremos una X en la casilla del IRPF de la Iglesia Católica para la que la nena se compre nuevas braguitas.
¿Es el fin de Estados Unidos? La decadencia de un imperio
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Existió una profetisa búlgara, Baba Vanga, famosa por el acierto de sus
predicciones. A ella iban a consultar altas personalidades, e incluso
militares, ...
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