Pero en realidad, el pobrecito Zapatero no tiene culpa alguna de la mucha o poca inteligencia que Dios le quiso dar o dejar de dar.
La estulticia de Zapatero es algo evidente desde el primer momento en que empezó a gobernar, lo que no fue óbice para que ganara por dos veces unas elecciones aupado por once millones de merluzos, aborteros mentalmente degradados, que son los auténticos culpables (es decir, aupado por una de las dos Españas, ésa que desde siempre nos ha arrinconado en los retretes de la Historia).
El caso de Zapatero demuestra claramente la diferencia entre "inteligente" y "listo". Una persona inteligente puede tener el coeficiente intelectual de Einstein, pero puede acabar muriéndose de hambre por ser poco práctico.
El listo, por el contrario, emplea toda su inteligencia (sea poca o mucha) en su beneficio personal, y ejemplos de "listos" (o su versión más española, "listillos"), podemos verlos en el mundo empresarial y en la política, así como en los eternos "pelotas" que medran en las empresas a costa de compañeros de trabajo mentalmente muy superiores. Sin ir muy lejos, hay otro personaje en el mundo político español que no destaca precisamente por su brillante inteligencia, pero que es mucho más "listo" que Zapatero, pues está mejor situado. ¿Adivináis quién?
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